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Llegó a casa por casualidad. Un día lo ví en una pecera cuadrada y muy pequeña, como todos sus compañeros, en un puesto del Rastro. Era uno de esos días en los que se me encoge el corazón con el sufrimiento de los animales, y pensé: “al menos, puedo salvar a uno”, y nada más mirarle a los ojos, me dijo su nombre: Curro. En la bodega tenía una pecera redonda y grande que había utilizado anteriormente como decoración, y le instalé de inmediato en su nueva mansión. Nunca había tenido un pez, porque siempre me ha gustado poder tocar a los animales, y hacerles caricias, y a un pez, es más difícil. En el poco tiempo que lleva en casa, me ha hecho pensar mucho sobre la vida que nos toca vivir a cada uno. Cuando le cambio el agua, le dejo un rato nadando en un barreño más grande que su pecera, para que nade más a gusto. En verano queremos hacer un estanque en el jardín, y será su hogar mientras el clima lo permita, pero hasta que eso ocurra, estoy pensando en llenar un día la bañera y hacerle descubrir lo que es nadar en línea recta, (bueno, tampoco la bañera da para mucho, pero algo más que la pecera y el barreño sí). Todos los días me pregunto si será feliz. Su mundo se limita a una esfera de cristal llena de agua, en la que no tiene nada que descubrir, nada por lo que luchar, nada que hacer…. Me hace pensar que si nunca ha conocido nada más, quizás no pueda añorar un lago, por ejemplo, pero a la vez, me lo imagino viviendo libre sin paredes de cristal, y me siento culpable de tenerlo en una pecera. Por otra parte, como no sabe conseguir alimento, quizás, en un lago donde pudiera nadar, no sabría buscar comida, y aunque libre, moriría de hambre…. Es una situación delicada, que a menudo, también nos puede pasar a las personas: qué es mejor, ¿llorar por haber amado, o llorar por no haber conocido el amor? (la pregunta es muy típica, lo sé), pero me surgen continuas cuestiones de este tipo ante multitud de situaciones cotidianas. Qué es mejor, ¿resignarnos con lo que tenemos, sea bueno o malo, o arriesgarnos por conseguir algo que, en principio, esperamos que sea mejor, pero que no tendremos la certeza de saberlo hasta sufrir las consecuencias? El típico refrán que me viene a la cabeza relacionado con el tema es: “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, pero si no se arriesga, siempre nos quedaremos con la duda de si podría haber sido mejor, ¿no? Todo depende, quizás, de la forma de ser de cada uno y de lo que queramos conseguir en la vida, y a lo que podamos o queramos aspirar. Yo aspiro, sobre todo, a ser feliz, y de hecho, lo soy, pero aún así, siempre hay cosas que quiero mejorar, y cosas con las que no me conformo, y cosas que querría que fueran mejor, o de otra manera… ¿el hombre es inconformista por naturaleza?, ¿o es que tenemos la posibilidad de ser inconformistas e intentar cambiar todo aquello que nos desagrada? Francamente, no lo sé. Quizás Curro sea muy feliz en su mundo de cristal, y esté añorando al resto de sus compañeros del puesto del Rastro, o incluso su pecera cuadrada…..no lo sé, pero yo no puedo evitar imaginarlo en un lago, nadando libre. Puede que cada uno entienda la felicidad de una manera, y que cada uno sea feliz a su modo. Al fin y al cabo, si el final es el mismo, no tiene mucha importancia cómo se alcance. Quizás Curro sea más feliz con un compañero de pecera, que nadando libremente, pero creo que esperaré a tener el estanque en el jardín para comprobarlo, porque dos peces en una pecera, iban a darme mucho qué pensar. Al fin y al cabo: ¿qué hace un pez en una pecera?: nada!!