MujerLive

El otro día nos pidieron en la guardería de Sofía que les lleváramos una foto de familia para un trabajo de los niños. Como no teníamos ninguna foto reciente en la que apareciéramos los tres, decidimos aprovechar que el día de Reyes comíamos con mis padres para que nos hicieran algunas fotos. Hasta aquí todo normal. Tras la rica comida y un roscón que este año estaba buenísimo (ya sabemos donde comprarlo para otra vez) aprovechamos que el día estaba espléndido y nos bajamos a una pequeña zona verde que hay al lado mismo de su casa para hacer allí las fotos. Nos preparamos y de repente grita mi padre: “”oye, ¡que el cielo se ve rosa!” “¿Ein? ¿qué dices?” me acerco y sí, efectivamente, tanto el visor como la pantalla de cristal líquido habían convertido el límpido azul del cielo, despejadísimo, en un “rosa pantera ídem” monísimo de la muerte.

Por más vueltas que le hemos dado al asunto no hemos conseguido solucionarlo. No me preguntéis qué le ha pasado a la cámara, supongo que cualquier fallo de algún sensor, o hasta del delicado programa informático que lleva incorporado para sus correcciones de luminosidad, color y demás filigranas. Evidentemente, el lado pragmático del asunto no va más allá de llevar la cámara al servicio técnico correspondiente y que le echen un vistazo a ella y un sablazo a nuestra pobre cuenta corriente. En cuanto a las fotos, tampoco ha sido problema, en mi casa nunca ha faltado la afición por la fotografía, ni por supuesto las cámaras, así que las hemos hecho con otra, más sosa ella, que sí sacaba el cielo en su correspondiente azul. Pero no deja de tener su gracia ese tono rosado que la caprichosa avería se ha encargado de darle a nuestras vidas esta tarde.

¿Y por qué rosa Edith Piaff? ¿Por qué no púrpura Prince? ¿O amarillo submarino Beetleano? Reconozco que mi mente, mayoritariamente pragmática, y científica hasta la médula, no suele entretenerse en estas monerías, pero esta vez sí, esta vez me ha apetecido otorgarle categoría místico-mágica a tan tonta anécdota. Me apetece ver también a mí la vida de color rosa, color que, por otra parte, nunca me ha gustado demasiado, pero puestos a ser infieles a mis gustos, costumbres y principios, ¿por qué no serlo con el rosa? ¿por qué no contemplar el año que se avecina en tan ñoño color? Sólo a 31 de diciembre del año en curso seré capaz de hacer una valoración, definitiva o no, de este, aparentemente rosado, año, pero a día de hoy, pasada ya la comida de reyes: cierre de la navidad, comienzo no oficial del año, una tonta avería en mi querida cámara de fotos me ha hecho mirar al año con un cristal decididamente rosa. ¿Qué iré viendo a su través? Con un poco de suerte lo iremos compartiendo en este blog… ¡que así sea!